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domingo, 21 de diciembre de 2008

Cuando las torres gallegas bajaron al llano

El hallazgo de los restos arqueológicos de más de cien fortalezas medievales inéditas sacude la castellología gallega y los planes de protección del patrimonio.
Autor:
MONTSE CARNEIRO
Un picacho rocoso ligeramente aplanado puede entrañar los cimientos de una fortaleza del siglo XII con sus defensas terreras desperdigadas en forma de escombro de tierra, fragmentos cerámicos y sillarejo. E igualmente una colina en apariencia natural puede esconder un terraplén artificial con barbacana y foso premeditados. Solo yendo al picacho se sabrá, y un equipo de investigadores gallegos fue. A multitud de picachos, incluso a los equivocados. Diez años después regresaron con pruebas de la existencia de medio millar de fortalezas medievales, entre ellas más de un centenar hasta hoy desconocidas.
El hallazgo obliga a revisar las tesis castellológicas que consideraban Galicia tierra más o menos pobre en fortificaciones alto o bajomedievales, y lanza un desafío a los programas de protección y conservación del patrimonio histórico gallego. «Desde 1949 todos los castillos son bienes de interés cultural (BIC) y por tanto la responsabilidad sobre los que ya se habían inventariado está bien clara; la pregunta ahora es quién protege estos 120 o 130 restos que nadie sabía que existían», señala Carlos Andrés González Paz, historiador e investigador del equipo. Felipe Arias, director xeral de Patrimonio Cultural, asegura que «eses restos pasarán a formar parte da base de datos do patrimonio arqueolóxico e, como todo o que se vai coñecendo, serán importantes para adoptar as medidas a desenvolver».
Habrá que corregir cronologías, desfasadas en miles de años en algún caso extremo como el del yacimiento de Carderrei, en A Limia, considerado un «santuario rupestre» cuando se trata, ahora se sabe, de una estructura altomedieval morada de trovadores; o el de numerosos yacimientos cuyo origen se sitúa en la Edad de Hierro y en los siglos IX o X fueron reaprovechados para levantar sistemas fortificados. En otros casos, pese a su clasificación en ese período, ni siquiera el asentamiento primitivo databa de época castreña.
La novedad de este inventario documental y gráfico de las fortalezas medievales de Galicia, elaborado por el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento (CSIC), reside en que la metodología aplicada, siguiendo la senda iniciada por María del Carmen Pallarés y José Antonio Puente Míguez en 1992, «combina en paridad el vaciado bibliográfico y documental con la prospección arqueológica, y de ahí al trabajo de campo, que nos llevó a recorrer las cuatro provincias de forma intensiva», relata González Paz.
El estudio incluyó la recogida de testimonios orales entre los vecinos que ha permitido compilar leyendas y creencias populares en torno a las fortificaciones, algunas de ellas relacionadas insistentemente y en diferentes puntos de la geografía con los moros, los carlistas o los franceses. Los túneles de aguada son objetos recurrentes de interpretaciones míticas en torno a las idas y venidas de los predecesores.
El período de estudio, entre los siglos X y XV fundamentalmente, albergó el nacimiento de las mayoría de las ciudades, el feudalismo, los linajes, la lírica gallego-portuguesa y en buena medida la organización territorial y social del país. Porque una vez que «las torres bajan al llano», como se conoce el proceso de debilitamiento de las fortalezas reales, emplazadas en los altos, y proliferan las pequeñas torres con sus correspondientes señoríos en las zonas bajas (en ocasiones con menos territorio que una parroquia actual), a partir del siglo XIII el sistema de fortificaciones de Galicia se diversifica y ejerce una función capital sobre la economía y el desarrollo social.
Torres que se multiplican en las tierras ricas de O Ribeiro, por el interés de sus señores en mantener sobre ellas algún tipo de control, atalayas que se levantan en los puntos neurálgicos de las vías de comunicación para vigilar el tránsito de personas y satisfacer el afán recaudatorio con portazgos y pontazgos; fortalezas estratégicamente situadas en zonas no agropecuarias como Valdeorras y O Courel, donde otras actividades como la minería aportaban igualmente sustanciales beneficios; castillos en las fronteras y la costa (Catoira, A Lanzada) para hacer frente a las invasiones musulmanas y normandos, villas con fortaleza, centros administrativos de cobro de rentas, núcleos jurídicos, símbolos de representación... Tantas funciones que parece superada la noción de la arquitectura militar medieval como sistemas estrictamente defensivos.
El inventario del equipo dirigido por Eduardo Pardo de Guevara e integrado en alguna de sus fases por más de una veintena de especialistas, entre historiadores, arqueólogos, paleógrafos, documentalistas, topógrafos o diplomatistas, incluye castillos señoriales como Vimianzo, Narla, Moeche, Mens, Pambre, Vilamarín o Soutomaior; fortificaciones con defensas terreras como Cerdelo, A Gorita o Vilaxoán; fortalezas medievales construidas sobre antiguos poblados castreños, como Caldelas de Orcellón, Loño o Cabras; castillos roqueros en San Xurxo de Carnota, Aguiar da Moa, O Portello o Sobroso; puentes, catedrales, iglesias y monasterios fortificados o encastillados como los de Santiago, Tui, Ourense o Portomarín, y un mapa completo de ciudades y villas con fortalezas o murallas urbanas que con el paso de los siglos seguirían configurando la fisonomía de las ciudades gallegas hasta la actualidad, sea en Tui, Santiago, Pontevedra, A Coruña, Maceda, Redondela, Betanzos, Ourense...
Todos ellos se enfrentan, según Felipe Arias, a los grandes problemas del patrimonio cultural gallego: «O espallamento dos restos, a diversidade da propiedade e o abandono secular que fai que a maioría deles sexan máis xacementos arqueolóxicos que outra cousa. E a todo iso hai que engadirlle algo fundamental: a falta de educación e sensibilización social, porque non podemos esquecer que toneladas de pedras dos castelos foron utilizadas para construír casas e muros en aldeas de toda Galicia».
Sanciones
En la actualidad, la Consellería de Cultura mantiene abiertos expedientes sancionadores contra los propietarios o concesionarios de al menos cuatro fortalezas medievales de Galicia. En Pambre (Palas de Rei), donde la situación de deterioro del castillo dio lugar a una movilización vecinal que desde hace años reclama la expropiación, adquisición o cesión del edificio para uso público, la Dirección Xeral de Patrimonio inició el procedimiento después de mantener conversaciones con el propietario durante dos años para que lo abriera al público un mínimo de cuatro días al mes, como ordena la ley autonómica de 1995, y sus gestiones resultaron infructuosas. El expediente, que se resolverá en menos de dos meses, podría concluir con la imposición de una sanción de 60.000 euros.
Por su parte, en Maceda la penalización podría elevarse a 120.000 euros por una falta grave derivada de la ejecución de actuaciones dentro del castillo sin el informe favorable de los técnicos de Patrimonio, concretamente por la instalación de añadidos constructivos, ornamentales y de iluminación. Por razones similares, de obras sin autorización, están en curso expedientes sancionadores en las fortalezas de A Toxiza, en Mondoñedo, y Rande, en Redondela.
Traspaso en la Raia Seca
Desde hace un año Cultura mantiene negociaciones con la Administración central para el traspaso de la titularidad de cinco fortificaciones de la Raia Seca, castillo de Monterrei incluido, en la frontera con Portugal; y al mismo tiempo ha firmado un convenio con la Universidade da Coruña para la realización de un inventario gráfico y planimétrico de las fortalezas de Galicia, medievales y posteriores, con una dotación de 72.000 euros. Por lo demás, las actuaciones de consolidación y puesta en valor de castillos y torres emprendidas en los últimos dos años en Crecente, Monforte, Allariz y Moeche, continuará el próximo ejercicio en Mesía, Lourenzá, Ribadavia, A Lúa y Naraío.
Tomado de: http://www.lavozdegalicia.es/portada/2008/12/19/00031229697357476400829.htm

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